Autoría: Marianella Valdez Lebreton
Hace dos años escribí un artículo sobre Dolores Cacuango, la lideresa de cambios y de la lucha por los derechos de los pueblos indígenas. Fue exactamente el 26 de octubre del 2020, ahí se recordaba la fecha de su nacimiento, que incluso Google Doodles le dedicó ese día el homenaje mundial, en reconocimiento a personas insignes.
La conquista no fue fácil para ella, pero su voz fue escuchada y su ira se convirtió en fortaleza. Peleó por la justicia económica, derechos territoriales y educación.
Con el paso del tiempo, su templanza y decisión convierten a Dolores la figura más representativa de las comunidades indígenas, llena del deseo de cambiar siglos de explotación. Y ahora ha transcurrido otro siglo y la comunidad indígena sigue esperando.
Esas mismas comunidades y que aran la tierra, riegan los sembríos, cultivan con sus manos el más preciado alimento, arreando animalitos, viven en constante reclamo. Pero, ¿qué tan difícil es sentir empatía por una causa?
Esta es una oportunidad para pagar una deuda social. Es una oportunidad para acortar las barreras y tender puentes entre los ecuatorianos. Que esa ira innata que sienten los pueblos y nacionalidades, no siga convirtiendo a nuestro país en un campo de guerra.
